Thursday, April 16, 2015

APOCALIPSIS




Desde las entrañas de la tierra va creciendo una mazorca que toma la forma de un cuerpo de mujer, una sirena terrenal, quizá, con plumas de esmeralda y por cola hilachos de oro, sus brazos se han convertido en alas magníficas que ha abierto con un plumaje de mil colores.
La madre tierra la ha parido como su último fruto antes de ser copulada por los transgénicos, antes de que el subsuelo fuera contaminado por el agua del “fracking”.
La nieve del volcán tiene miedo a derretirse y amamantar al bosque porque sabe que será secuestrada sin remedio.
Las torres avanzan como Sacerdotes y Levitas sobre el suelo venerado. Las huellas han borrado el verde campo. Los dioses han dejado los montes contaminados y se han mudado a las nubes ácidas para enviar su agua negra y embriagadora  al hombre propia para el idilio que lo saque de su egocéntrico letargo.
Cuéntame un cuento le dice el niño a su padre quien ha desarrollado un teléfono inteligente en la palma de sus manos y se le han borrado la boca  y los oídos.
El agua corre y huye de la sombra del hombre y es en esa estampida que es atrapada dentro de una enorme presa llamada sociedad financiera.
La mujer abre sus alas de plumas de mil colores y vuela hasta tocar el techo del cielo dando un grito tan desgarrador que hace el silencio de todo y de todos.
La tierra de las montañas corre como el otrora agua de los ríos y con ella se cubre todo el hedor. Todo ha sido acabado, como dijo el profeta: “todo ha sido consumado”, el tiempo se ha cumplido la ventisca de tierra lleva en sus manos un verde billete que ha quedado huérfano tras el holocausto.
Los dioses se han retirado, no vale la pena mandar una gota de esperanza que germine en una nueva vida sin memoria  que repetirá su genética desgracia, como lo ha hecho una y otra vez. Otros desde lo lejos han descubierto el rastro de esta tierra y le han puesto por nombre Marte.  


Eduardo Sastrías 

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