Sunday, June 22, 2014

BLANCO


Karol (Zbigniew Zamachowski)  un peluquero polaco impotente  que es demandado en divorcio por su esposa bajo la causal de no haberse consumado el matrimonio. Él perdidamente enamorado de ella queda devastado y a raíz del divorcio pierde todo lo que tiene.
Es el blanco del vestido de novia, del arroz, y de la misma paloma que ensucia su gabardina, del polvo de sus zapatos que arrastra toda una historia sin color.
Él ni siquiera habla con fluidez el francés por lo que durante el juicio de divorcio requiere de un traductor, y pregunta ¿Dónde está la igualdad?  . Su próximo destino será la calle donde su miseria se ve a través de un anciano quien quiere depositar un bote en un contenedor de basura, al igual que en “Azul” sucedió con la anciana que quería depositar con mucho trabajo esa botella en el contenedor justo en el momento de más vulnerabilidad de los personaje principales de esta trilogía, una metáfora entre tantas  de la simbología de Krzysztof Kieslowski que nos habla de la dificultad al tirar una vida vacía para poder redefinir una nueva más intensa y contrastante.
 El inclemente frío lo obliga a irrumpir en lo que fuera su antigua peluquería de donde lo corre Dominique (Julie Delpy), la  despechada esposa, no le queda sino  estar echado en el piso del metro de París, tocando con un papel una melodía polaca, una melodía que le cambiará la vida, al conocer a su próximo benefactor otro polaco quien también ha tenido una vida sin color y que prefiere morir en manos de algún asesino a sueldo. Impotencia y cobardía son dos temas que se encuentran en un mismo techo del metro de París acompañados por algunos acordes que recuerdan aquel “Azul”.
La vida de Karol lo lleva de regreso a su amada Polonia como quien regresara al vientre materno donde se reestructura ese YO que va creciendo hasta vencer aquella impotencia que sólo había sido el efecto de anularse  a sí mismo ante la exaltación de la belleza de Dominique.  
El Blanco de la venganza que da la vuelta a la ruleta de las vidas de Karol y Dominique, que no consigue sino finalmente dejarlos en igualdad de circunstancias.

                                          Eduardo Sastrías 

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