Sunday, June 29, 2014

ROJO


Rojo es el último de los tres colores de la trilogía de Krzysztof Kieślowski  que simboliza “La fraternidad”.
Un color vivo, potente, agresivo, llamativo. Se asocia a veces con el amor, a veces con el sexo, a veces con la sangre, a veces con la carne, con la comida. Es por lo tanto, un color que llama a nuestra parte más instintiva.
Valentine, una joven estudiante que se gana la vida como modelo, salva la vida de un perro hembra llamada “Rita” atropellado por un coche. La búsqueda de su dueño la conduce a un juez jubilado que tiene una extraña obsesión: escuchar las conversaciones telefónicas de sus vecinos. Si antes el espionaje telefónico formaba parte de su trabajo, ahora se ha convertido en un vicio. A Valentine le desagrada la conducta del hombre, pero no puede evitar ir a verlo, la amistad de Valentine y el juez encierran aquella solidaridad y FRATERNIDAD que tanto se ha perdido en éste un mundo tan egoísta. 
Las obsesiones, la soledad, el desengaño, el azar, los juegos del destino, las ilusiones en sus distintas etapas son los hilos de la trama puestos en un gran tablero que el alterego del mismo Krzysztof Kieślowski en la persona del Juez pareciera manejar con gran maestría.
Es así  que  Kieślowski hace patentes lo público  y lo privado manipulando al  mismo al espectador como cómplice de las conversaciones  telefónicas de extraños, diría Buda “ hay tres cosas que no se pueden ocultar, el sol, la luna y la verdad”  y para Kieślowski la verdad es como la humedad que se va permeando hasta salir y ver el rojo sol que deslumbra como un foco incandescente que requiere de la pantalla para no deslumbrar.
En las tres entregas aparece una persona mayor tirando un frasco de vidrio a un contenedor de reciclaje. En Azul el personaje de Julie observa la situación y pasa olímpicamente, siendo coherente con su estado de ánimo. En Blanco el personaje de Karol sonríe, pero continúa sin hacer nada al respecto. Sólo en Rojo el personaje de Irène Jacob ayuda al anciano en su cometido, uno de otro de los tantos símbolos de  Kieślowski  para anunciar el cierre de la trilogía. Las tres actitudes cuadran perfectamente con la evolución que sigue la trilogía y podemos considerar las historias de "los ancianos del reciclaje" como una pequeña trilogía dentro de la otra.
Las relaciones dependientes y tóxicas son expuestas ante los ojos y oídos del vouyer quien es el detonador de la verdad.
Valentine por su parte tiene la costumbre de jugar diario al azar no como una actividad lúdica sino como un ritual adivinatorio, que bien puede comprenderse bajo el parámetro del dicho “afortunado en el juego desafortunado en el amor”.
Kieślowski nos muestra un profundo análisis sobre la fragilidad de los sueños y las quimeras, sobre lo quebradizo que es el mundo que construimos en torno a nosotros bajo las premisas de la ceguera, la vanidad y la soberbia que nos impiden prepararnos para la caída, y sobre la suerte y las casualidades que tienen a bien jugar con nosotros.
Nada hay seguro. Todo para llegar a la conclusión de que somos piezas en el gran tablero de este universo fascinante, en el que todo se renueva y se repite cíclicamente: las alegrías, los triunfos, las tristezas, las tragedias, las desilusiones, los errores y los fracasos.
Al final de Tres Colores: Rojo, cierra con los supervivientes del  accidente marítimo aparecen Juliette Binoche y Benoît Régent, los protagonistas de Tres colores: Azul, y Julie Delpy y Zbigniew Zamachowski, los protagonistas de “Tres Colores”: Blanco. Su presencia junto con los protagonistas de Rojo Irène Jacob  y Jean- Pierre Lorit  está justificada para cuadrar como un solo argumento toda la trilogía que cierra en un final como la muestra de que el amor les salva de la deriva de la sociedad, simbolizada en el hundimiento del barco.

                                                Eduardo Sastrías

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