EL MAESTRO Y EL DISCÍPULO
Un maestro
en el andar de su vida encontró a un
niño caminando por desierto, el silencio del niño atrajo tanto al maestro que
decide tomarlo como su discípulo. A través de ese silencio el maestro le enseñó
al niño a ver sus otros yo y en el
tiempo, su relatividad. El pasado siempre
ha dejado una raíz y ésta puede florecer o ser una plaga en el presente y
marchitar el futuro, a esto el maestro le llamó karma. Cada paso que damos no
es casual sino causal. El niño en medio de su silencio se fue convirtiendo en
un joven que quería volar como las gaviotas que rayan el horizonte del mar. El
maestro se sentó entonces y lo dejó caminar por sí mismo a buscar su propia
vida.
Años más
tarde ya muy anciano en su lecho de muerte el maestro miró hacia la ventana y
vio cómo se posaba un águila en el marco de ésta. Era el alma eterna que regresaba por él y había tomado la forma del ave para
volar hacia donde todo nace y muere, sobre las nubes en el camino vio aquel
niño que se convertía en joven y en adulto y en viejo, entonces suspiró con
asombro ante esta última enseñanza al descubrir que aquél discípulo en el
desierto había sido nada menos que él mismo.
Eduardo Sastrías
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