Thursday, September 11, 2008


¿MÉXICO, CREO EN TI?

Cada semana como uno de tantos mexicanos me digo “ ya me vi, ya me vi” al consultar los resultados del “Melate” que curiosamente con mayor frecuencia tiene una enorme bolsa y de la cual nunca se sabe ni se tiene bien claro dónde o en qué manos cae tanto dinero.
Se rumora desde hace ya tiempo que es un lavadero, que es la caja chica de los favores políticos y que es obviamente una de tantas cosas pagadas con la ilusión de los mexicanos que no hemos dejado de dar todo por espejitos.
Seguimos cayendo en la patológica y masoquista credulidad aún cuando somos decepcionados una y otra vez por las políticas económicas y de justicia social.
México el país que un buen día presumía de ser el cuerno de la abundancia ha sido saqueado y secuestrado por la intolerancia, el nulo respeto a sí mismo, la impunidad, el compadrazgo, el nepotismo, entre tantas alimañas.
El valor que una vez tuvo la palabra y el honor se transó por el valor del apañe y el “agandaye” (vocablo que no encontré en el diccionario pero que popularmente significa pisotear y apropiarse de cualquier bien del próximo a través del engaño y el abuso) es así que cada vez es más difícil ver en nuestras autoridades ya sean éstas políticas, policiales, religiosas, etc. personas honestas y comprometidas con su trabajo. Vemos en ellas más bien el doble discurso, la prepotencia y soberbia además de una total miopía ante los grandes problemas nacionales como son la educación, el narcotráfico, el desempleo, la inseguridad, por mencionar los más relevantes. Su actuación ante tan graves problemas no se ha convertido sino en simples discursos, fiscalías y demás aparatos burocráticos que se disuelven con el tiempo y que cuestan muchísimo dinero a la ya desangrada población.
México un país con desigualdades cada vez más insultantes, regido por políticas y filosofías que se traducen en el “Yo estoy bien, tú siempre estarás mal” o “te hago menos para yo ser más” y así vamos “bien contentos” a las competencias olímpicas, a los mundiales de fútbol y a todo tipo de justa mundial creyéndonos invencibles por el presupuesto gastado, la publicidad mediática y las propias mentiras que nos encanta creernos, regresando como es obvio totalmente derrotados, pero eso sí, muy viajados.
Salvo excepcionalísimas situaciones vemos que quienes ni para el uniforme les dieron salen victoriosos, quienes llevan un proyecto científico al extranjero financiado por sí mismos sobresalen. Los cuellos blancos cada vez más almidonados no ven más allá de su cartera y son capaces de vender el país con tal de tener su vida y la de sus descendientes hechas.

Universidades en las que el monto que cobran es directamente proporcional al estatus que otorgan y la promesa de un “buen trabajo” (léase “buen trabajo” como: despacho privado, escritorio, secretaria, auto y demás prestaciones por estampar la firma en el trabajo que hacen los demás menos afortunados) más allá del conocimiento y el pensamiento crítico, o bien aquellas universidades públicas que se han convertido en la caja chica de gobernantes pseudo feudales corruptos y fósiles.
México, país de llano futbolero donde el sexo, pan, circo, telenovelas y demás anestesias virtuales y mediáticas son jugosos negocios que hacen pensar a la adormilada población que todo está bien y que hoy más que nunca había habido tanta “libertad” incluso hasta para perderse el respeto a sí mismos.
Paradójicamente por otro lado las campanas de catedrales repican pidiendo a que la población cambie la razón por mágicos rezos y que mida la moral con el largo de una tela, que los inciensos, las oraciones y las veladoras simulen la magia del copal y el sacrificio precolombino, que sigamos siendo un pueblo de niños que engendran más niños para llenar las calles, los barrios, las cárceles.
Fotos familiares que se presuman en las salas de hogares que ocultan su campo de batalla. Doble moral para acreditarse como “los buenos”, los rectos y todos los demás “los malos” los diferentes, los indeseables, los que no deben existir.
México aunque sea mes patrio qué difícil es decirte “Creo en ti”.

Eduardo Sastrías