Wednesday, December 15, 2021


NAVIDAD PANDÉMICA

El viento soplaba llevando consigo una pisca de polvo y olor a pasado, el frío lo envolvía y mi piel se ponía como dicen “chinita”, la bufanda y el cubre bocas en momentos producían un vaho que empañaba mis lentes, vivimos en un tiempo que ya no vemos ni nos ven, no nos distinguimos, todos somos entes de miedo caminando con la cara tapada, y lo peor de todo el corazón amagado.

Caminamos como lo hago yo ahora por las calles del miedo, donde encontrarse con otro ser humano ya no es algo para celebrar sino motivo de turbación y huida, hemos dejado de ser una dualidad (yo y tú) para ser sólo una unicidad, yo, solo yo y mis miedos.

 

Las luces del quirófano parecían ojos morbosos queriendo entrar hasta lo más recóndito de las entrañas de aquella mujer que pujaba con brío mientras el doctor hacía ciertos movimientos en el vientre de la mujer con una mano y con la otra entraba en la misma cueva de la vida para recibir aquel ser que llevaba nueve meses gestándose allá adentro. Esa mano hablaba y le decía, ven chiquitín, no temas, yo te sostengo para que puedas salir. Todo entonces fue luz, que yo quería romper con el llanto que anunciaba mi llegada a este mundo desconocido para mí.  Un cuerpo que me era conocido por su calor y sus palpitaciones me tomó en sus brazos y me beso, ah, el primer beso de mi vida en esta vida. Ahí junto a mí, en mi cunero estaba también dormitando mi miedo, el mismo que llegó pegado a mi piel para salir a este mundo que él sí conocía.

Ahora no podía hacer sino lo que me correspondía, o sea dormir, comer, cagar y llorar. El miedo se reía y me decía que era algo que no dejaría de hacer durante toda mi existencia en esta circunstancia terrenal, que para mí aún era incierta. Yo la verdad que no sabía quién era, sólo sentía que algo faltaba en mí, esa sensación de que algo “falta” me seguiría toda la vida, observé que lo que me faltaba era mi cordón umbilical, me dolía donde había estado, ahora era un nudo rojizo que día a día se secaba como se llegan a secar las hojas antes de caer. Pero en realidad yo todavía me siento como parte de ese ser que me carga y me alimenta con tanto amor, apenas estoy reconociendo esos ruidos que hacen con su boca y entiendo algo así como “m-ama-ma” pero no es claro, al escuchar sus latidos del corazón cuando me alimenta me lleva a donde estaba antes, ese lugar tranquilo y especial, que a su vez me recuerda ese otro en otro lugar de donde vine y donde estuve preparándome para toda esta excursión que estoy iniciando.

 

Seguía caminando por esa calle de entes que huían unos de otros mientras recordaba aquel mundo que quedó atrás, aquel mundo en el que un abrazo era un gran regalo, en el que la risa franca y abierta se compartía sin temor y la alegría era lo único que se contagiaba. Aquellos tiempos en que la vulnerabilidad de la vida era disimulada tras las notas al piano de una pieza de Bach o frente al ocaso del sol con sus destellos rojos, naranjas para finalmente morir en un último aliento violáceo. Lo impermanente de vez en vez se hace presente o mejor dicho nos damos cuenta de ello, diario a toda hora algo perece, nosotros mismos a cada respiración morimos y volvemos a nacer. Me detuve en esa calle casi desierta a ver el ocaso del día en un cielo que ahora sin autos y con las fabricas trabajando al mínimo parecía renacer. Los colores de ese atardecer se mimetizaban con los edificios del centro de la ciudad, aquellos viejos edificios, majestuosos y testigos de tantas y tantas cosas, hoy servían para reflejar la luz que se apagaba poco a poco como se van apagando las vidas en este mundo.

 

Así es desde antes de iniciar este viaje terrenal estuve diseñando toda esta vida que ahora experimento, entonces tuve muchos maestros que me ayudaron a ir encajando todas las circunstancias y almas con las que me iba a encontrar para que lograra mi cometido de crecer y regresar como un alma que pudo avanzar a otro nivel, pero el asunto no es tan fácil, yo sabía que los retos  podrían quebrarme  y entonces tendría que venir una y otra y otra vez a experimentar eso mismo que no pude aprender , porque finalmente a eso venimos a esta circunstancia terrenal a amar y a aprender, por ahora cobijado y en los brazos de mis padres sólo soy amor  e instinto pero poco a poco mi cerebro va desarrollándose de tal manera que paso a pasito soy más consciente de esta nueva realidad y de este cuerpo que cada vez es más pesado y complejo.

 

Retomé el camino mientras las luminarias de la calle se encendían, y me dije como que estás viendo todo muy negativo, ¿no?, y así comencé un diálogo conmigo mismo, una parte de mí decía que esa era la realidad y la otra decía que las cosas son como las pensamos. Y luego ambos yoes coincidimos en que la realidad y la verdad no son lo mismo. Somos lo que pensamos. Los medios son los grandes promotores del miedo, las redes sociales los campos de batalla, la gente es manipulada por unos y por otros, las fakenews abundan y a la gente se cree cualquier cosa que venga con cierto acento de preocupación o alarma, de inmediato la dan por cierto. Somos hijos de la tragedia y el caos. Pero también veo que el caos es el origen del orden, tarde o temprano el caos se transforma en orden, su fuerza femenina por decirlo es la misma creación. En algún momento entenderemos que la gente no se usa y las cosas no se aman. Pero ahora todos están encerrados no sólo físicamente sino mentalmente, en el yo, en el por qué a mí, en el yo primero, en el a mí me, en el gran Ego que más que sostener la personalidad la ha secuestrado.

 

Cerré mis ojos como cada noche y mi alma se fue a algún lugar, a ese lugar quizá de donde vino, mi cuerpo yacía ahí, el tiempo es tan relativo, que frente a la eternidad es inexistente. Mi cuerpo quedó ahí en silencio, en calma, sin dolor, sin vida, lo veía como quien ve una ropa que ya no se usa, me despedí de él y agradecí las sensaciones que me brindó y con las cuales aprendí. Poco a poco era más luminoso tanto que me confundía con la luz eterna, tanto que ya era parte de ella, y todo estaba bien, sólo fue un momento que en la tierra duró ochenta años, sólo fue un respiro que me hizo una mejor alma.

 

Cuando abrí mis ojos un par de manos me recibían y provocaban el llanto en mí para que respirara. La rueda del Samsara no se detenía, en esta ocasión yo era quien podría salir de ella o continuar una y otra y otra vida, miles de millones de vidas, hasta que en una naciera como el “Maestro” que trajo la luz al mundo, que cambió la historia. Todos celebran su nacimiento, su muerte y resurrección. Todos celebran la historia y se les ha olvidado celebrar la vida, en ella es donde se encuentra el maestro, en cada uno de nosotros habita un maestro, en cada uno de nosotros habita la luz, esa es nuestra naturaleza, nuestra esencia. Observar la vida es observar su lenguaje a través de la naturaleza, la flora y la fauna, a través del otro ser humano del pobre, rico, del violador y asesino y del santo, todo es parte del mismo tejido, de la misma red en la que vamos hilando nuestra consciencia y despertar. El mayor reto al nacer es despertar, mientras, todo es un sueño.

EduSastri